pEquE iNfOrmEs 2011

Mi cuaderno amiguito

Hola pequemundo, antes de despedir a Don Octubre, les traemos el informe de todo lo que hicimos en el mes.


●Primero y principal, que el diseño definitivo del proyecto ya está terminado y en su lugar asignado. Nos falta actualizar y cerrar la segunda etapa del proyecto y empezar a publicar lo que corresponde a la tercera y última. Esto, seguramente nos mantendrá tan ocupados que poco y nada se verá hasta que no lo terminemos. El trabajo se hará desde adentro de los blogs y la única razón es reacomodar todo el sitio para entregar en término la biblioteca virtual infantil funcionando de la mejor manera posible.

Aquí, si pisan la imagen, pueden mirar cómo vamos.


●Ya se completó la 1º guía de lectura, donde seleccionamos material para los no tan peques, con variados enlaces e ilustraciones preciosas, que esperamos disfruten tanto como nosotros…

● Además, estamos actualizando los blogs de la biblio donde están los autores más solicitados en bibliopeque. Este mismo trabajo se hará con todos los blogs del proyecto, para facilitar así la labor de los buscadores…





● Cumplimos con la promesa de abrir una cuenta en Twitter.


● También habilitamos el Canal de bibliopeque en You Tube y en él trataremos de subir todos los videos que nos han gustado y hemos compartido en otros blogs. Pero falta todavía…

Agradecemos a la biblio por enviarnos el video de la Bere y a JMiur de Vagabundia, que nos recomendó un sitio online donde, de modo sencillo, se pueden descargar videos de YouTube gratis.
(Hacemos click en descargar, autorizamos a Java que funcione, seguimos las instrucciones y seleccionamos el tipo de archivo a descargar porque hay varios. En un par de minutos lo tienen en la PC y luego lo suben al canal).


● Y, para no olvidar que nuestra pequemisión es promocionar la lectura, les dejamos un enlace al menú de recursos literarios del sitio: Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación de la Nación. Los archivos, muchísimos, están en formato pdf y se pueden abrir y leer perfectamente.


Hay que aprovechar todos los recursos que nos ofrece Internet, disfrutarlos, compartirlos y agradecer, desde lo más profundo del corazón, por todo el esfuerzo de la gente que trabaja para que haya material de lectura gratis al alcance de todo el mundo.


● No habiendo más nada que informar, les dibujo el final de este pequeinforme con un poco más de lectura…
En la web, encontré una serie de Cuadernos para el aula que me encantaron. No soy maestra, lo aclaro porque muchas veces han dado por sentado que lo soy y me atribuyen aptitudes que no poseo. Simplemente soy curiosa y me gusta mucho leer; toooooodo me gusta leer, además, tengo una silla muy, pero muy, muy cómoda. Imagínense…

Ahora sí, ¡¡A DISFRUTAR!!


El otro fin (Marcelo Birmajer)

Un chimpancé, para alertar a sus cachorros contra la avaricia, les contaba el cuento de la gallina de los huevos de oro.

—Uno de los nuestros –contaba el viejo chimpancé– poseía una gallina que daba huevos de oro. Todos los días la gallina depositaba en su mano un redondo y luminoso huevo de oro. Pero aquel chimpancé dueño de la gallina era avaro y ambicioso, y no pudiendo esperar por su huevo diario, despanzurró a la gallina, esperando encontrar en su interior un tesoro.
¿Y qué encontró?
Nada. Las entrañas de una gallina común y corriente.
Y la gallina así sacrificada ya no le dio huevos de oro ni huevo alguno. A eso nos llevan la avaricia y la ambición.

—Oh –dijo el mayor de sus cachorros–. Ofendes la inteligencia de nuestra especie. ¿Realmente crees que aquel chimpancé despanzurró a la gallina para encontrar un tesoro? ¿Cuánto oro puede caber en el interior de una gallina? No mucho. Ni siquiera tanto como el que ya había juntado diariamente y seguiría juntando. No. No la mató por ambición ni por avaricia. La mató por curiosidad. Quería saber qué extraño truco provocaba ese fenómeno, de dónde provenía la magia. Abrió a la gallina para descubrir el misterio. ¿Y para un cerebro inquieto, no vale la resolución de un enigma un huevo de oro diario?

El viejo chimpancé calló, y permaneció en silencio el resto de la noche, escuchando a sus cachorros y quitándose los piojos. Desde esa noche, solo los humanos cuentan la vieja historia de la gallina de los huevos de oro.


Marcelo Birmajer, “El otro fin”, en: Fábulas salvajes, Buenos Aires, Sudamericana, 1996.

El regalo del señor Maquiaveli (Ema Wolf)

El señor Dante Maquiaveli quiso darle una sorpresa a su querida esposa Brígida y le regaló un fantasma.
Lo encontró en un cambalache fino cerca de su casa, en medio de percheros y soperas de porcelana.
El fantasma tenía un cartelito que decía “oferta: 20.000 $”.
La cifra representaba la cuarta parte de su sueldo pero Maquiaveli no vaciló: la patrona se merecía eso y mucho más.
El cambalachero anticuario le dijo que era un legítimo fantasma escocés, que gemía por las noches, arrastraba cadenas, tocaba la gaita con horrísona melancolía, paraba de punta los pelos de las visitas, etc.
—Lo llevo –dijo el señor Maquiaveli–.
Cuando llegó al edificio donde vivía se escabulló por una escalera de incendios para que no lo viera el portero: el consorcio no admitía fantasmas. En la casa encontró a su esposa Brígida delante del espejo. Estaba poniéndose los ruleros y untándose la cara con crema de placenta de vinchuca. Cuando Brígida vio en el espejo la horrorosa aparición, lanzó un alarido que arrugó la médula de los vecinos en ocho manzanas a la redonda.
Ni bien entendió que era un regalo de su marido no pudo menos que sentirse agradecida. Hizo lo que hace todo el mundo cuando recibe un regalo. Dijo:
—¡Qué lindo!
Después con su habitual sentido práctico agregó:
—¿Y dónde lo ponemos, viejo?
El departamento era de dos ambientes con kitchinette, así que instalaron el fantasma en la baulera de la terraza. Desde allí podría pasearse por las azoteas y aterrorizar a sus anchas.
Esa noche Dante y Brígida se acostaron emocionados, con las cabezas juntas y las manos enlazadas. De un momento a otro esperaban oír el quejido ululante y tenebroso, típico de los fantasmas, una risotada siniestra o algo así.
En cambio escucharon un bostezo grosero y vieron que el fantasma se filtraba en el mismísimo dormitorio. Después se metió a los pies de la cama y se tapó con la frazada.
Dante Maquiaveli quedó estupefacto. Brígida gritó espeluznada.
Después reaccionó y le dijo a su marido:
—Viejo, ¿por qué no lo llevas de nuevo a la terraza?
Dante agarró al fantasma por el pescuezo y lo fletó para arriba. Inútil.
El horripilante espectro atravesaba las paredes y en dos minutos lo tenían de nuevo en la cama.
Así pasaron esa noche y varias otras noches: ellos que lo sacaban y el fantasma que volvía y Brígida que gritaba y dormía con las rodillas en el mentón.
Hasta que la señora de Maquiaveli se puso firme y una madrugada le dijo a su marido:
—El fantasma o yo.
Dante tuvo un momento de duda. Su esposa no atravesaba paredes, así que no había peligro de que volviera. Además el fantasma no dormía con ruleros ni ungüentos de vinchuca. Hasta podía jurar que no tenía los pies tan helados como ella.
¡Pero no, no! Dante espantó esa idea como quien espanta un gato a escobazos. ¡Él amaba a Brigidita!
Al día siguiente llevó al fantasma de vuelta al cambalache. Como no le quisieron devolver la plata lo cambió por una capa negra y unos dracu-dracu usados.
Esperó que cayera el sol y volvió enternecido a su casa.
Estaba empeñado en darle una sorpresa a Brigidita.

Ema Wolf, “El regalo del señor Maquiaveli”, en: La aldovranda en el mercado, Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1989.


Animal de pelo fino. Gustavo Roldán

Por aquellos tiempos el que pisaba fuerte en el monte era el tapir. Hacía retumbar el suelo con sus trotes, y los otros animales, o le decían a todo que sí o tenían que irse muy lejos.
Y sucedió que don tapir quiso casar a su hija, pero, eso sí, nada de bichos de medio pelo. Tenía que ser algo muy especial.
La tapircita estaba de acuerdo, ¡pero no había candidato que le viniera bien!
—¡Ay no! –decía–. Ese tiene el pelo muy áspero.
—¡Ay no! Este tiene el pelo muy largo...
—¡Ay no! Aquel tiene el pelo muy corto...
—¡Ay no, ay no, ay no!
Para terminar con la historia, y para que su hija pudiera elegir mejor, el tapir ordenó que desfilaran todos los animales peludos de mil leguas a la redonda.
—Lo que me gustaría –había dicho la tapircita– es un novio que tenga en la cabeza un penacho muy blanco, que tenga en el lomo dibujos cuadraditos de todos los colores, que tenga la cola más larga del mundo y que tenga y que tenga y que tenga...
Cuando llegó el día del concurso, los candidatos hicieron una larguísima fila y pasaron y pasaron. Uno tras otro fueron pasando haciéndose la propaganda.
—Yo soy el tigre, y si no tengo cuadraditos, tengo unas manchas que me hacen casi invisible en la selva. Y los colmillos más filosos.
—¡Ay, no! ¡Qué bicho más manchado! –dijo la tapircita–.
—Yo soy el oso hormiguero, tengo una larga tira blanca en el lomo y las uñas más largas y más fuertes.
—¡Ay, no! ¡Qué bicho más uñudo!
—Yo soy el conejo, y tengo las orejas más largas y el pelo más suave, y sé saltar como ninguno.
—¡Ay, no! ¡Qué bicho más orejudo!
Y así seguían desfilando y desfilando, y sólo se escuchaba un “¡Ay no, ay no y ay no!”.
El sapo, que estaba mirando todo, puso cara de “yo no tengo nada que ver” y se fue para otro lado.
Y pasaron y pasaron. Los unos y los otros.
También quiso pasar don araña pollito, que sostenía que él era un animal peludo. Casi se arma una pelea, pero al final entendió que la cosa era entre mamíferos y que él tenía demasiadas patas.
El ambiente en el monte ya se estaba poniendo medio espeso cuando a la tapircita se le pusieron los ojos del tamaño de un girasol.
En medio de los murmullos asombrados del monte llegó el esperado príncipe azul.
—Yo soy el opas –dijo–.
Todos miraron con sorpresa a ese animal desconocido.
Tenía cuadraditos en el lomo con los colores más hermosos, un penacho en la cabeza tan blanco y tan suave que parecían las plumas de una garza. Y la cola... una cola tan larga como siete colas de zorro.
—¡Ay sí! –dijo la tapircita–.
No había nada más que decir. Don tapir decidió que esa misma noche se hiciera la fiesta.
Pero fue una mala noche para la hija del tapir, porque el opas la dejó compuesta y sin visita.
Y mientras el tapir zapateaba de rabia y lo hacía buscar por todo el monte, el río llevaba flotando hacia quién sabe dónde un manojo de plumas de garza, unos misteriosos pedacitos de pieles pintadas y siete colas de zorro atadas en ristra.
Mientras tanto, el sapo se reía bajito, debajo de un yuyo, y murmuraba:
—Ja, si sabrá de pelos finos este sapo.

Gustavo Roldán, “Animal de pelo fino”, en: El carnaval de los sapos, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.

El hombre es un viviente de palabra. Y eso no significa que el hombre tenga la palabra, o el lenguaje, como una cosa, o como una facultad o como una herramienta, sino que el hombre es palabra, que el hombre es en tanto que palabra, que todo lo humano tiene que ver con la palabra, se da en la palabra, está tejido de palabras, que el modo de vivir propio de ese viviente que es el hombre se da en la palabra y como palabra. Por eso actividades como atender a las palabras, criticar las palabras, elegir las palabras, cuidar las palabras, inventar palabras, jugar con las palabras, imponer palabras, prohibir palabras, transformar palabras, etc., no son actividades hueras o vacías [...]. Cuando hacemos cosas con las palabras, de lo que se trata es de cómo damos sentido a lo que somos y a lo que nos pasa, de cómo ponemos juntas las palabras y las cosas, de cómo nombramos lo que vemos o lo que sentimos, y de cómo vemos o sentimos lo que nombramos.

Jorge Larrosa, Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel.

Una ciudad respira cuando en ella existen lugares de habla...

Michel de Certeau y Luce Giard, La invención de lo cotidiano.

Leer “lo que fue escrito” supone además, y sobre todo, entrar al “mundo escrito”, al registro de memoria de la sociedad. Su sedimento de significaciones.
Lo que se considera por alguna razón “perdurable”, merecedor de quedar asentado. La suma de los textos –inscripciones, manuales, graffiti, leyes, folletos, listados, códigos, ensayos, cartas, novelas, poemas…– es la tela, el inmenso tapiz en el que las sociedades (no todas, pero sí las que han desarrollado una escritura) dejan registro expreso de los universos de significación que fueron construyendo a lo largo del tiempo y las circunstancias.

Graciela Montes, La gran ocasión.

En las nuevas pantallas –las de las computadoras– hay muchos textos, y existe una posibilidad cierta de una nueva forma de comunicación, que articula, agrega y vincula textos, imágenes y sonidos. Así pues, la cultura textual resiste, o mejor dicho se fortalece, en el mundo de los nuevos medios de comunicación.

Roger Chartier, “¿Por qué la historia del libro?”, en: Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier, México,
Fondo de Cultura Económica, 1999 (Fragmento).

La escuela es un lugar donde se puede aprender que el libro no solo se lee, sino que de un libro se habla y que, quizás lo más importante cuando se ha leído un libro, es ser capaz de hablar de él para que otro lo lea.

Jean Hébrard, “El aprendizaje de la lectura en la escuela: discusiones y nuevas perspectivas”.

Fuente: NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios) Cuadernos para el aula: Lengua 5 - 1a ed. - Buenos Aires: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2007
Enlace: http://www.me.gov.ar/curriform/nap/lengua5_finalb.pdf


Y esto ha sido todo desde acá.
Por ahora, ya no hay más.

Informaron desde Coronel Dorrego para toda la blogósfera, los peque de la biblio.


★ Mi Primer Cuaderno Amiguito ★PequeInformes 2011


★ Mi segundo Cuaderno Amiguito ★PequeInformes 2012


★ Mi tercer Cuaderno Amiguito ★PequeInformes 2013


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